Este post fue publicado en los blogs de Genética Design Management y DIDA en marzo de 2015
La economía del siglo XXI está caracterizada por la globalidad y la incertidumbre. Al haber tantos agentes compitiendo en un único mercado mundial los cambios se producen a un ritmo nunca visto.
Una metodología no es religión, algo estático, aunque muchos lo vean así, no es nuestro caso. Lo ideal es conocer todas las posibles, saber ponerlas en practica y adaptarlas a tus necesidades, tomando de cada una de ellas las herramientas que mejor vengan en cada momento.
Nosotros podemos decir que la filosofía que dirige nuestro trabajo es una fusión de las conocidas Design Thinking y Lean Startup.
Partimos del Desing Thinking, principalmente por nuestra formación académica como gestores de diseño, pero a la hora de enfrentarnos al mercado con proyectos muy dispares hemos ido probando diferentes herramientas para guiar el proceso creativo.
Ambas metodologías coinciden en ser procesos iterativos, creadas para reducir la incertidumbre y acotar el riesgo, partiendo de una idea (o incluso previo a ella) buscan soluciones a problemas, con el usuario o cliente como centro de la innovación, pero con ligeras diferencias en el enfoque, o al menos como las entendemos nosotros.
El Design Thinking es la herramienta básica para el conocimiento del usuario, desde un punto de vista antropológico, para detectar problemas en su día a día, convertirlos en necesidades y diseñar las soluciones oportunas que las satisfagan, parte incluso antes de tener una idea de lo que se busca crear.
Sin embargo para nosotros en Lean Startup está más orientado a la persona como cliente, hacia el mercado, buscando validar cada una de nuestras asunciones en cuanto a necesidades de un modo ágil y barato.
El Design Thinking, que surge como adaptación del proceso de diseño a otros campos del management, consta de 6 pasos (definición estratégica → diseño de concepto → Diseño de detalle → Ingeniería → Producción → salida al mercado) que se retroalimentan y tienen como fin un producto final en el mercado.
La parte crucial y en la que más empeño se pone es la primera, pues el resultado de esta marca los siguientes, y puede suponer hasta un 60% del tiempo empleado.
Como herramienta de validación del diseño se usa la figura del prototipo, que básicamente es llegar a un producto completo y probarlo en busca de errores o mejoras antes de enviar a producción.
Este proceso puede resultar excesivamente lento en el mundo actual, sobre todo cuando hablamos Startups, y por ello se plantea el método Lean Startup.
Este se basa en el Lean Manufacturing, que era la metodología que operaba ya en los años 70 Toyota y cuyo eje se basa en eliminar de la cadena de producción todo lo que no aporte valor al cliente.
Define una Startup como la pequeña empresa que surge en un entorno de elevada incertidumbre en base a unas premisas y que debe validarlas en el mercado rápidamente.
Para ello el prototipo se despoja de todo lo innecesario y surge la figura del MVP o mínimo producto viable, que no busca tener un producto “casi” completo, sino más bien tener la mínima funcionalidad posible para que los clientes puedan utilizarlo y así la empresa evaluar la valided de sus hipótesis.
El ciclo de trabajo en el Lean Startup se reduce a tres etapas, que también se retroalimentan: crear → medir → aprender, todas ya en contacto con el mercado y los clientes reales.
Por tanto como en Genética nos movemos entre estas dos metodologías aplicando lo que llamamos Lean Design Thinking, dejamos el proceso en 4 pasos (Planificar – crear – medir – aprender).
Un proceso iterativo que hay que ejecutar con rapidez, enfocando la planificación hacia hitos cortos y medibles, tener claro cual es el siguiente objetivo a conseguir, definir la estrategia, crear un MVP, probarlo, medir el resultado para aprender de él y volver a la casilla de salida a establecer el siguiente hito del desarrollo.
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